Venezuela, la puerta giratoria de los negocios chinos en América Latina (I)

Ilustración: Shari Avendaño

De las deudas a la inversión,
el peligroso y desfavorable ábaco aplicado  

Venezuela, un país de 30 millones de habitantes, alejado casi 14.000 kilómetros de su benefactor asiático, recibió más recursos chinos que ninguna otra nación en el mundo entre 2000 y 2014. Sus potencialidades energéticas, centradas en la hasta entonces millonaria producción de petróleo, así como las pretensiones nacionalistas de un nuevo modelo político venezolano, congruentes con los cambios operados desde el Partido Comunista chino en su estrategia de negocios, fueron la bisagra de los nexos entre ambas naciones. La opacidad marcó la firma de casi 500 acuerdos. Esta es la primera de dos entregas de una amplia investigación periodística sobre la estrategia de préstamos y  negocios pactados por los gobiernos de Hugo Chávez, entre 1999 y 2013, y Nicolás Maduro, esencialmente hasta 2016, cuando la relación se enfrió por falta de pagos y la escasa eficacia de los proyectos acordados con empresas de China en el país.


Todo comenzó con un préstamo de US$30 millones.

Corría octubre del año 1999. Hugo Chávez Frías, teniente coronel que fracasó en febrero de 1992 en su intento de derrocar al gobernante venezolano Carlos Andrés Pérez, se estrenaba en su cargo como presidente del país luego de triunfar con 56% de las papeletas en las elecciones de diciembre de 1998.

Seis meses después de ascender al Poder Ejecutivo, el dirigente, autoproclamado socialista, emprendió una gira internacional de 22 días por Europa, Oriente Medio y Asia en búsqueda de aliados políticos y económicos. Su viaje lo llevó a la República Popular China, una nación que llegó a describir como “un verdadero modelo y ejemplo de respeto mutuo”.

En Beijing, a 14.000 kilómetros de Caracas, Chávez se reunió con el presidente chino Jiang Zemin, llamó a China un “país amigo”, aseveró que Venezuela se parecía a esa nación de acuerdo con el termómetro de su lucha por la soberanía y firmó siete acuerdos comerciales con su nuevo gran aliado. 

Entre los tratados destaca un crédito para crear un comité mixto de energía, que derivó en la compra de maquinarias agrícolas. ¿El monto? Treinta millones de dólares. Fue la piedra fundacional de una relación que crecería exponencialmente en los siguientes 20 años.

Chávez auspició la firma de 15 acuerdos de cooperación con China solo entre febrero y diciembre de 1999, mientras sus predecesores en el Palacio de Miraflores, la sede del gobierno de Venezuela, apenas suscribieron 20 pactos durante los 25 años de las relaciones diplomáticas, desde 1974 a finales del siglo XX, según detalla el investigador del Centro Venezolano de Estudios sobre China, Jorge Dias, en un documento titulado Chávez y China: a 20 años de su primer encuentro, de octubre de 2019.

Xulio Ríos, abogado y ensayista de la Universidad de Santiago de Compostela, director del Observatorio de Política China, en España, precisa, por su parte, que los presidentes anteriores a Chávez firmaron 42 acuerdos en total desde la primera visita del presidente Luis Herrera Campins a China, en 1981, hasta 1998.

Ambos totales, en todo caso, resultan en nada menos que una cifra “espejo” de la relevancia estratégica privilegiada que Chávez dio al comercio con China, y viceversa, desde su ascenso al poder, hace 21 años. 

Una investigación de Transparencia Venezuela, ONG que promueve medidas contra crímenes corporativos y corrupción política, publicada en mayo de 2020, determinó que los acuerdos firmados por Venezuela y China entre 1999 y 2019 durante los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro y sus contrapartes Jiang Zemin, Hu Jintao y Xi Jinping ascendieron a 486. Pueden ser más. Solo existe documentación pública completa de apenas 62 de ellos, precisó la organización.

El intercambio comercial con China de aquel primer año de gestión de Hugo Chávez fue de US$188,8 millones y significó un incremento de tres por ciento con respecto a 1998, puntualiza Dias, experto en estadística y ciencias actuariales de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Entre 1992 y 1999, ese apartado significó un total de US$1.279 millones, con un promedio anual de US$142,13 millones, apunta el investigador.

Venezuela era entonces el noveno socio comercial de China en la región. En los siguientes 15 años, aquel interés económico mutuo crecería exponencialmente en un caudal de inyecciones financieras sin precedentes en América Latina.

Petróleo, llave y sello de la relación

China, en franco crecimiento económico tras la apertura dirigida por el líder chino Deng Xiaoping, promovió a finales del siglo XX una intensa búsqueda de nuevas fuentes de recursos para abastecer la demanda energética de su población y, al mismo tiempo, de sus socios mundiales.

Venezuela, administrada por gobiernos de derecha y con el prestigio de ser considerada la potencia petrolera de América, captó así la atención estratégica de China en su procura de nuevos aliados energéticos, antes del socialismo chavista. 

En 1996 el primer ministro chino, Li Peng, visitó el país suramericano, firmó pactos con el presidente socialcristiano Rafael Caldera y logró, un año luego, el derecho de extracción en dos yacimientos petrolíferos de Venezuela. La producción inició fácticamente en 1998 con una inversión de US$358 millones por parte de China. Era ya el mayor proyecto con fondos chinos en América Latina.

La clave de aquella relación fue la Orimulsión, un combustible desarrollado en Venezuela como sustituto del carbón para plantas térmicas, con base en bitúmenes o hidrocarburos muy pesados, abundantes en la Faja del Orinoco, zona considerada como el mayor depósito de petróleo pesado del mundo.

La tonelada de ese tipo de combustible era 10 dólares más económica que el fósil, entonces. Los acuerdos sellados entre ambos Estados revelaban en 1996 que China compraría a Venezuela cinco millones de toneladas anuales de orimulsión, según reportó en noviembre de ese año la agencia de noticias Inter Press Service.

Un mes luego, Venezuela despachó a China un cargamento de 140.000 toneladas de orimulsión destinado a plantas termoeléctricas y acerías del país asiático.

Tanto como hace 25 años, el desarrollo económico de China se sustenta en el acceso a materias primas que solo encuentra en mercados externos. Ese interés es reflejo de su “particular manejo de la política exterior”, caracterizada por una “agenda diplomática pragmática” en países en vías de desarrollo que poseen importantes recursos energéticos, explica Silvia Hernández Rada, experta en estudios internacionales de la UCV e investigadora del Centro de Estudios de Política Proyectiva de la Universidad Simón Bolívar (USB).

“Producto de esta dependencia energética se deriva el acercamiento con la nación venezolana”, afirma la autora en su artículo “Venezuela y China, relaciones económicas en el régimen de Hugo Chávez (1999-2011).

Si bien los convenios firmados en los años 90 evidenciaban el interés de China en Venezuela, la relación binacional alcanzó así nuevas cúspides con Hugo Chávez, confeso admirador del exlíder comunista Mao Zedong y presidente interesado en un nuevo proyecto político predicado con base en la justicia social y la soberanía nacional.

Hernández Rada apunta que la relación sino venezolana, que se retoma con ahínco desde la llegada de Chávez a la Presidencia de la República, está sustentada en “líneas y acciones de política exterior símiles de ambos gobiernos, que se reflejan claramente en la petrodiplomacia, la necesidad de diversificar el mercado y la visión compartida de un rival común, Estados Unidos”.

La prevalencia de China en el tablero diplomático y energético de Venezuela bajo la conducción de Chávez no solo se refleja en la cantidad de acuerdos binacionales firmados entre 1999 y 2013. También, se nota en las seis visitas que el propio líder de la llamada revolución bolivariana realizó a su socio asiático: 1999, 2001, 2004, 2006, 2008 y 2009. Su interés estratégico le ganó un récord: Chávez se convirtió en el presidente latinoamericano y del Caribe con más visitas.

“Detrás de la gran relación con China, hubo una buena relación política. Si no, no hubiera podido darse, por más de que hubiera petróleo, las coincidencias de los partidos Comunista Chino y Socialista Unido de Venezuela y de la relación Sur-Sur”, expone Carlos Eduardo Piña, experto en ciencias políticas de la UCV e investigador de las relaciones económicas entre ambos países en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

A su entender, Chávez supo proponerse como principal socio estratégico de China en América Latina gracias a su principal carta aval, el petróleo, anticipándose a otros líderes de la región autoproclamados como socialistas, como Lula Da Silva, de Brasil, Néstor Kirchner, de Argentina, y Evo Morales, de Bolivia.

Xi Jinping, según palabras del canciller venezolano, Jorge Arreaza, consideró a Chávez como “el ser más encantador que él había conocido” y Beijing lo reconoció además con el título de “gran amigo del pueblo chino”, cita el investigador Xulio Ríos en sus escritos.

Por motivos que blandían del interés económico al magnetismo ideológico, la relación se elevó en 2001 al nivel de “Asociación Estratégica para el Desarrollo Compartido” durante una visita a Caracas del presidente chino Jiang Zemin.

China, explica Piña, desarrolló a principios del siglo XXI una estrategia de expansión de capitales gracias a su reciente ingreso a la Organización Mundial de Comercio, con base en los ejes de su política exterior: relacionarse con las potencias mundiales, proyectándose ella misma como potencia emergente; reforzar sus vínculos con los países de Asia; relacionarse con las organizaciones internacionales; y asociarse con los países periféricos, como Venezuela.

Venezuela es el país con las mayores reservas de petróleo del mundo. Tiene 309 mil millones de barriles de petróleo, de acuerdo con información divulgada en abril de 2019 por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA).

El Ministerio de Petróleo venezolano, por su parte, cifró en junio de 2019 esas reservas en 303 mil millones de barriles tras la incorporación de los cálculos de la Faja Petrolífera del Orinoco. En diciembre de 1998, Venezuela producía 3.329.000 barriles de petróleo cada día, según datos de PDVSA, la estatal petrolera venezolana, investigados por el economista y director de la firma Capital Market Finance, Jesús Casique.

“Es el petróleo lo que sienta la base de toda la relación”, advierte Piña. “Para bien o para mal, Hugo Chávez lo supo leer muy bien. No hubo otro país que tuviera la capacidad y el potencial petrolero que tenía Venezuela, de una materia primera estratégica. Por eso es que China se viene a Venezuela”, expone.

Las relaciones económicas entre China y Venezuela se incrementaron en una proporción “considerable” a partir del año 2000, estima Xulio Ríos. Es entonces cuando, dice, se observa “una creciente presencia de empresas de capital chino en Venezuela”, lo que Piña categoriza, por su parte, como actividades fundamentalmente circunscritas al comercio entre ambos países.

China dio así los primeros pasos de lo que sería un inédito plan de inyección de fondos a Venezuela en los siguientes 15 años. Lo materializó a través de cuatro vías: préstamos, comercio, inversión directa y proyectos de infraestructura.

El compromiso de ambos Estados se selló esencialmente con dos fondos milmillonarios y préstamos en el tramo energético, catapultados por el ascenso de los nexos binacionales al nivel de “Asociación Estratégica Integral” en 2014.

Inyección extraordinaria de fondos

La expansión comercial de China, en plena ebullición a principios del siglo XXI, convirtió a la nación asiática en un gran acumulador de capitales y le permite transformarse en el principal prestamista del mundo, cuyos alcances unilaterales llegan a competir, incluso, con los del Fondo Monetario Internacional (FMI), apunta Luis Angarita, experto en relaciones económicas internacionales de la UCV.

El docente, también versado en relaciones internacionales, enfatiza que la expansión comercial china en Venezuela no representó un trato de exclusividad. “Es una política que China aplica entonces en todo el mundo”, considera.

Piña, sin embargo, esgrime las cifras totales de los préstamos entre 2007 y 2015 para subrayar que el flujo de recursos chinos en Venezuela no tiene paralelo.

El total de recursos chinos que fluyeron hacia Venezuela entre 2000 y 2019 es de US$68.678,21 millones, precisa Transparencia Venezuela en su más reciente investigación sobre el tópico, con base en la revisión de Gacetas Oficiales, data de la Red Académica ALC-China, la Ley de Endeudamiento, acuerdos formales registrados por la Embajada de Venezuela en Beijing y las tesis de Piña.

El 91,2% del dinero chino, es decir, US$62.631,14 millones, corresponde a préstamos comerciales, indica la investigación. A excepción de US$1,57 millones donados, el resto, US$6.045,50 millones, corresponde a inversiones directas de empresas chinas en Venezuela.

La política de expansión comercial de China en el mundo, conocida como Going Out Policy o Política de la Salida al Mundo, significó el envío de recursos del Gobierno asiático de al menos US$350.000 millones a 139 países entre 2000 y 2014. Venezuela recibió 19% de esos fondos, subraya Transparencia Venezuela en sus indagaciones.

El reporte, publicado el 9 de septiembre de 2020, concluye que Venezuela es el país de América Latina que más préstamos de China ha recibido -acumuló 45% del total otorgados a la región entre 2000 y 2019-.

Dos fondos creados por los gobiernos en cuestión constituyen la joya de la corona de los préstamos: el Fondo de Financiamiento Conjunto Chino Venezolano, conocido como FCCV, y el Fondo Gran Volumen Largo Plazo, FGVLP. Ambos totalizaron US$50.300 millones, según las investigaciones de Piña y su colega Carlos Brandt, en su texto Las relaciones Venezuela-China (2000-2018): entre la cooperación y la dependencia. El monto absoluto representa cerca del 80% de los préstamos otorgados a Venezuela por China.

El primero en crearse fue el Fondo de Financiamiento Conjunto Chino Venezolano. La Sexta Comisión Mixta de Alto Nivel firmó los pactos base para su establecimiento en noviembre de 2007, en Caracas: el Acuerdo Marco de Seis Partes; y el Acuerdo Marco de Cuatro Partes, que involucraba el concurso del Banco de Desarrollo de China, Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela, Petróleos de Venezuela y China National Petroleum Corporation (CNPC).

El propósito de este fondo, que totalizó US$30.000 millones, sería para financiar proyectos de desarrollo económico y social en áreas de infraestructura, industria, agricultura, minería, energía, tecnología y asistencia técnica, entre otros rubros.

Natalia Boza Scotto, abogada, docente e investigadora experta en administración e integrante de la  Red Académica de América Latina y el Caribe sobre China (Red ALC-China), explica en uno de sus frecuentemente citados artículos sobre el financiamiento chino que, aunque no está mencionado explícitamente en los primeros convenios del FCCV, “existe una alta probabilidad de que el arreglo sobre el pago de las deudas pecuniarias mediante el envío de petróleo, haya sido concertado” desde su inicio en 2008.

El modus operandi del fondo y del pago de la deuda era el siguiente, propone Boza Scotto: el Banco de Desarrollo de China entrega los recursos al Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela (BANDES), PDVSA vende petróleo a CNPC; esta empresa asiática deposita el pago de los envíos de petróleo en las cuentas abiertas del BANDES en el CDB; y ese dinero paga al prestamista, es decir, China, el capital, los intereses y otros montos adeudados.

El segundo fondo aprobado, en 2010, fue el Gran Volumen Largo Plazo. Nació de un convenio diseñado por la IX Comisión Mixta de Alto Nivel en Beijing, en agosto de ese año, con el objetivo de “fomentar la cooperación entre las partes en proyectos de envergadura en las áreas de construcción de infraestructura, desarrollo social, energía, desarrollo minero y agrícola y acelerar el desarrollo social y económico en Venezuela”.

Este último fondo implicó la entrega por el Banco de Desarrollo de China de cantidades semejantes de recursos en dólares estadounidenses y en renminbi. Su plazo de pago fue de 10 años y no incluía la exigencia de aporte de recursos del Fondo Nacional para el Desarrollo (FONDEN), institución financiera del Estado venezolano. Se generó el desembolso de US$20.300 millones desde la nación asiática hasta la suramericana.

Es en este acuerdo, remarca Boza Scotto, donde se reflejan por primera vez de forma explícita el pago de la deuda con envíos de petróleo de la estatal venezolana PDVSA a la empresa importadora China National United Oil Corporation (CNUOC), filial de CNPC.

Los préstamos de ambos fondos fueron concedidos por entidades financieras del Estado chino, principalmente el Banco de China, el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Exportaciones e Importaciones de China.

Con base en los informes financieros y de gestión de PDVSA, Piña y Brandt identificaron préstamos de US$11.950 millones en préstamos de las autoridades chinas para financiar actividades del sector petrolero venezolano, específicamente a empresas mixtas ubicadas en la Faja Petrolífera del Orinoco.

Ambos investigadores certificaron, además, que China aprobó entre 2009 y 2013 otra serie de créditos para respaldar necesidades financieras de PDVSA, proyectos de infraestructura petrolera y planes de explotación minera, por el orden de los US$5.191 millones.

Debido a la información no disponible o difusa, fuentes como Diálogo Interamericano y el investigador Carlos Eduardo Piña han eliminado de sus cálculos de préstamos de China a Venezuela un presunto crédito por US$5.000 millones en 2018, según lo reportó el Gobierno de Nicolás Maduro. 

El ministro de Finanzas venezolano de entonces, Simón Zerpa, informó desde Beijing que el Banco de Desarrollo de China desembolsaría a nombre del Gobierno de ese país US$5.000 millones para reimpulsar la producción petrolera local. 

El funcionario catalogó los fondos como parte de “inversión directa”. También, anticipó “tres o cuatro nuevos financiamientos” para el aumento de la producción en la Faja Petrolífera del Orinoco y en “otras áreas de producción de PDVSA”.

Ninguna organización independiente, entidad financiera o centro de pensamiento ha podido comprobar de manera independiente que tales préstamos se hayan hecho efectivo. Por ello, no se incluyen en las cuentas.

Renegociación inminente de la deuda

En el caso de la deuda de Venezuela con China por concepto de ambos fondos de préstamos, los documentos publicados por Piña la estiman en US$15.133 millones en el año 2015. 

El investigador acota, sin embargo, que hubo una renegociación de la deuda en 2016 debido a la crisis económica del país, en plena caída de su Producto Interno Bruto, el desplome de la producción y de los precios del petróleo, principal moneda de pago de Venezuela por los créditos chinos.

Datos extraoficiales de BANDES, citados por Transparencia Venezuela, destacan que el saldo de la deuda a diciembre de 2019 era de US$16.731 millones. Se tenía previsto un pago a China de US$3.098 millones en 2020, lo que representa el 57% del presupuesto nacional del Gobierno en disputa de Nicolás Maduro.

La deuda de Venezuela a China por créditos vinculados a los dos grandes fondos de cooperación triplica el presupuesto de la República en 2020 (US$5.439 millones). Se calcula que el monto de servicio de la deuda con China en 2020 es de US$3.098 millones. Transparencia Venezuela enfatiza en que no hay información pública sobre la distribución detallada de la deuda, ni la cantidad contratada, la cantidad amortizada, saldo, intereses ni plazos.

Piña, en su investigación titulada Inversiones y préstamos chinos en el sector petrolero venezolano (2000-2018), publicada en 2019, refleja que Venezuela ha usado aproximadamente 712 millones de barriles de petróleo para el repago de los préstamos otorgados por China, para honrar los tramos A y B y sus respectivas renovaciones del primer fondo binacional, el de 2008. Se trata de un promedio de 198 mil barriles diarios.

Por concepto de repago del segundo fondo, el de 2010, se han empleado un aproximado de 634 millones de barriles, con un promedio de envíos de crudo de 176 mil barriles al día. 

En total, Venezuela ha utilizado 1.346 millones de barriles de crudo en el pago de los mecanismos de financiamiento con China entre 2007 y 2016. Reportes periodísticos indicaron que Caracas tuvo que refinanciar su deuda con China en 2014 debido a la caída de los precios del petróleo.

De 2007 a 2008, Venezuela usó entre 86.000 y 89.000 barriles de crudo al día para honrar su deuda con China. Ya en 2009, hubo un salto al alza de la cantidad de petróleo que se utilizaba para cumplir los compromisos con el socio asiático: 215.000 barriles al día ese año; 387.000 b/d en 2010; 415.000 b/d en 2011; 451.000 b/d en 2012; 485.000 b/d en 2013; 477.000 b/d en 2014; 627.000 en 2015; y 505.000 b/d en 2016, según informes de PDVSA.

Cifras de la Agencia de Aduanas en Beijing revelan que, en 2017, China compró 437.000 barriles diarios de petróleo venezolano, lo que correspondió a 5,2% de sus importaciones de crudo.

Agencias de prensa, como Reuters, informaron en marzo de 2020 que el madurismo intentaba renegociar los acuerdos de pagos con petróleo ante el escenario planteado por los efectos económicos de la pandemia: precios muy bajos del crudo y las severas sanciones financieras impuestas por Estados Unidos.

Las negociaciones entre delegados de ambos gobiernos no habían resultado en un acuerdo concreto, al menos públicamente, al cierre de esta investigación. 

Christi Rangel, coordinadora de las pesquisas de Transparencia Venezuela, comentó en la presentación de sus hallazgos que es altamente probable que se acuerden nuevos términos de pago de los más de US$16.000 millones adeudados a China en el contexto de la pandemia por el nuevo coronavirus.

“Con toda seguridad, va a ser necesaria una renegociación de la duda. Hay fuentes que apuntan que ya habría ocurrido”, expresó. 

En 2016, ocurrió. China aceptó la reestructuración de los préstamos, al extender las fechas de vencimiento, otorgar un período de gracia de dos años y reducir las cuotas de envíos de petróleo desde Venezuela como forma de pago.

Rangel recalcó también que no existe claridad del Estado venezolano sobre si las recientes dotaciones de maquinarias e insumos médicos de China son parte de donativos o de préstamos del país asiático.

En mayo de 2020, el entonces ministro del Interior y Justicia de Maduro, Néstor Reverol, informó que habían llegado al país 252 camiones “super cisterna” para distribución de agua en zonas empobrecidas. La cifra de los automotrices importados ascendería a 1.000 entre junio y agosto, dijo. El funcionario, general en jefe en condición de retiro, refirió que los camiones eran parte de los “convenios” con China.

Venezuela recibió el 9 de septiembre de 2020 el séptimo cargamento de kits y artículos médicos para combatir el nuevo coronavirus originado en China. Hasta la fecha, el país había recibido 188 toneladas de pruebas rápidas de detección, kits de diagnósticos por PCR, mascarillas, lentes protectores, equipos sanitarios y medicamentos de su socio asiático.

Carlos Alvarado, ministro de Salud de Maduro, mencionó hace cuatro meses que el arribo de la ayuda china era parte de “la cooperación comercial” y de “importantes donaciones”. 

Li Baorong, embajador de China en Venezuela, agregó entonces que los presidentes Maduro y Xi lograron un “consenso de cooperación conjunta ante la pandemia”, sin aportar mayores detalles sobre la naturaleza del acuerdo binacional.

De préstamos a negocios 

Las investigaciones de autores como Piña, Brandt y Dias invitan a no perder de vista los balances de las relaciones comerciales y la inversión extranjera directa de empresas chinas en Venezuela, pues consideran que reflejan el interés del Gobierno asiático en América Latina y específicamente en el país suramericano de 30 millones de habitantes, que representa un poder ejecutivo “amigo” y más de 300 mil millones de barriles en reservas petroleras.

Piña pone su foco en el notorio aumento del balance comercial entre China y Venezuela entre 2000 y 2017. El fallido golpe de Estado contra Chávez en 2002 y la huelga petrolera de 63 días contra el presidente, ya repuesto en su cargo, llevaron al deterioro de las relaciones con los Estados Unidos e incrementaron la confluencia de los intereses entre Caracas y Beijing, señala el autor.

“Mientras el primero [Venezuela] juró reducir su dependencia del poder del norte usando sus recursos energéticos, principalmente los hidrocarburos, el otro [China], avanzando en su proceso de internacionalización, se posicionó estratégicamente en la Faja Petrolífera del Orinoco y el Arco Minero”, indica, por su parte, Brandt.

Piña menciona un par de cifras para sellar su análisis: “en 2001, el balance comercial estuvo alrededor de US$437 millones; para 2017, esta cifra había alcanzado los US$8.950 millones”. Así, Venezuela se había convertido entonces en el segundo socio comercial más importante de China, solo después de Estados Unidos y superando los niveles registrados con la Unión Europea y la India, según cifras del Mapa de Comercio Mundial y la Comisión Europea, 2018.

“El balance comercial entre ambos países ha sido favorable para Venezuela desde 2005, debido a los ingresos generados por las exportaciones petroleras y a la caída de las importaciones desde China” hacia el país suramericano.

Días recuerda que en 2001, el presidente chino Jiang Zemin celebró el progreso positivo del comercio bilateral y la cooperación económica con Venezuela.

Jiang agregó que el comercio bilateral alcanzó los US$351 millones en el año 2000, lo que significó 86% más que el año anterior, el primero de la gestión de Hugo Chávez en el Palacio de Miraflores y un nuevo “récord histórico”.

El mismo mandatario chino señaló que la cooperación económica bilateral se expandió hasta el punto de que Venezuela se convirtió en “el país objetivo más grande de inversión china en la región de América Latina”. Una entrada a América Latina que tuvo como sistema una inmensa puerta giratoria de capitales para toda la región.

Estas palabras, remarca Dias, describirían de forma premonitoria lo que ocurriría en los años sucesivos a través de la relación bilateral entre ambas naciones: 

“En 2012, trece años después de la primera visita del presidente Chávez a China, el panorama de la relación China-ALC sería otro, 25 de los 33 países de América Latina y el Caribe (ALC) tendrían relaciones con la RPCh, Brasil alcanzaría el nivel de Asociación Estratégica Integral con China, Venezuela y China tendrían una Asociación Estratégica para el Desarrollo Compartido y otros cuatro países tendrían el nivel de Asociación Estratégica con China. El intercambio comercial China-América Latina y el Caribe, en 2012, cerraría en US$261.287 millones, incrementándose 3.063% con respecto al año 1999, elevándose al 6,7% del total de comercio de China con el mundo”.

Si bien el comercio fue, junto al petróleo, epicentro de la relación, para investigadores como Piña, hay un año clave que refleja el verdadero nivel estratégico y el compromiso de los nexos sino venezolanos: 2007. 

En esa era, empiezan las inversiones directas de China en Venezuela. Es un fenómeno económico en el que una empresa de un “país A” invierte capital propio y crea una empresa en un “país B”. No hay un impulso de créditos, sino el desembolso de recursos directos de las compañías chinas en Venezuela.

Piña, en su escrito Las relaciones Venezuela-China, 2000-2018, refleja que la inversión extranjera directa (OFDI por sus siglas en inglés) desde China hacia Venezuela alcanzan los US$6.086 millones entre 2000 y 2018. 

“Este monto representa 5,2% del total de la inversión realizada por empresas chinas en América Latina y el Caribe y ubica a Venezuela como el sexto país de la región que mayor entrada de recursos ha recibido por este concepto en los últimos 18 años. Aun cuando las primeras transacciones comenzaron a efectuarse a partir del 2003, el mayor volumen de las mismas se realizó entre 2007 y 2016”, apunta, citando el Monitor de OFDI, 2018. 

Los desembolsos de empresas chinas comprendieron 22 transacciones, de las cuales 18 pertenecen a proyectos nuevos y cuatro a fusiones o adquisiciones (M&A por sus siglas en inglés).

En el caso de los proyectos nuevos la mayoría de las compañías se desarrollaron bajo un esquema que exigía la creación de empresas mixtas de capital chino y venezolano. Se formaron, inicialmente, nueve entidades económicas en los sectores petrolero, telecomunicaciones, automotriz, transporte y fabricación de electrodomésticos. 

“Por su parte, las M&A’s abarcaron la compra de acciones de empresas ya operativas en la industria petrolera, así como de fábricas de automóviles y de equipos electrónicos manejadas por compañías privadas”, afirma Piña.

Reportes de la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), indican que el total de flujos de China por inversión directa en la región fue de US$64.074 millones entre 2010 y 2015.

Venezuela se cuenta entre los países que menos inversiones directas chinas recibió en ese período: US$2.540 millones, superada, por lejos, por países vecinos como Argentina (US$6.293 millones), Perú (US$18.383 millones) y Brasil (US$29.535 millones).

Las inversiones directas chinas en territorio venezolano se han concentrado mayormente en el sector materias primas (60,7%), seguido del sector servicios (29%) y el sector manufacturero (10,3%).

“Este patrón de inversión posee algunas similitudes con el registrado por las empresas de origen chino en América Latina y el Caribe durante 2000 y 2018. Es posible inferir que el mayor interés de éstas ha estado concentrado en el negocio petrolero y el de extracción y comercialización de minerales”, concluye el investigador.

Enrique Dussel Peters, profesor en la Escuela de Economía de la UNAM y coordinador de la Red ALC-China, señaló que las empresas chinas todavía carecen de la experiencia y la información para invertir en campos específicos de la región, como clientes, leyes ambientales y laborales y proveedores.

En un artículo publicado en agosto de 2019 sobre las inversiones directas de China en Latinoamérica, el autor refirió: “En general, las empresas chinas requieren períodos largos para adaptarse y aprender en América Latina y el Caribe, que trae consigo importantes ramificaciones en términos de costos y el tiempo para comenzar operaciones exitosas y recibir ganancias. Este proceso, sin embargo, está cambiando rápidamente a medida que la frecuente presencia de inversiones directas chinas en la región también está generando un proceso de aprendizaje de las empresas chinas”.

Piña subraya otras variables que beneficiaron la dinámica de las inversiones directas chinas en Venezuela. Observa cómo China ha utilizado sus instituciones políticas, financieras y comerciales, como el Ministerio de Comercio, Banco de Desarrollo de China y Comisión Central de Desarrollo y Reforma, para promover la participación de sus compañías en diferentes rubros de la economía venezolana.

También comenta que el Estado venezolano se encargó de generar una serie de condiciones que en su momento hicieron “rentables” las inversiones de empresas chinas en Venezuela, como la facilidad para la repatriación de utilidades; garantía de compra de toda la oferta de mercancías chinas producidas en territorio venezolano; el aseguramiento de contratación de mano de obra calificada proveniente de China y la participación conjunta en proyectos de inversión de capital fijo. 

Transparencia Venezuela ha puesto una alerta en cuanto a cómo el control absoluto del chavismo de las instituciones del país, como el Parlamento, llamado a controlar y velar por los más altos valores de los contratos con los socios comerciales, terminó beneficiando a empresas del Estado chino.

“Esas inversiones exigieron el cumplimiento de cuatro reglas: la política, Venezuela reconoció a una sola China, suspendió visas de representantes de Taiwán; China exigió que su mano de obra, empresas, tecnologías y productos fueran contratadas, dándoles ventajas sobre los venezolanos; condicionalidad emergente, se comprometió a pagar la mayoría de los préstamos con envíos de petróleos, quedamos atados a aportes de tecnología y capital de China; y confidencialidad, algo prohibido en las leyes, poco se sabe de los acuerdos”, denunció la organización anticorrupción al presentar su investigación, en septiembre de 2020.

Según investigaciones de 2014 del Instituto de Estudios Superiores de Administración de Venezuela (IESA), la adopción de condiciones favorables para las empresas chinas en los acuerdos firmados con ese país asiático ha generado un debate en círculos académicos y empresariales venezolanos acerca de si esta estrategia ha ido en favor de los intereses del país o si, por el contrario, “ha estado orientada a favorecer la inversión china en detrimento de la inversión extranjera directa proveniente de terceros países”.

Transparencia Venezuela, con base en datos de la Red ALC-China, el Monitor OFDI de China en ALC e investigaciones de Piña, desglosa las 22 transacciones por inversión extranjera directa de China en el país.

En ese apartado, resaltan las inversiones de empresas como China International Trust and Investment Company (CITIC), por US$1.608 millones en un acuerdo para la construcción de viviendas de la Gran Misión Vivienda Venezuela, programa estatal para el desarrollo de viviendas en Venezuela, en septiembre de 2014; y por US$944 millones en la compra venta de 10% de las acciones de Petropiar, empresa mixta dedicada al explotación de hidrocarburos en la Faja Petrolífera del Orinoco.

También, destacan los desembolsos de la China National Petroleum Corporation, por US$1.580 millones, para la compra venta de 9,9% de las acciones de Sinovensa, empresa petrolera conjunta china venezolana, en 2018; y por US$549 millones, dos años antes, en aportes para esa misma compañía.

Otras empresas como Yutong (US$278 millones en 2015), Chery Automobile (US$220 millones, 2009) y Haier (US$59 millones, 2019) aparecen en el listado de inversiones extranjeras directas chinas en el país.

Al menos 92 empresas chinas participaron en proyectos y acuerdos ejecutados en 21 de las 24 dependencias regionales de Venezuela, incluyendo el Distrito Capital. 

Las asociaciones binacionales estuvieron recubiertas con un manto de opacidad. La propiedad o capital de al menos 50 de esas compañías nunca estuvo clara. 

Hubo ejemplos de empresas mixtas, como Sinovensa, donde el Estado venezolano perdió al verse obligada a vender acciones. El Parlamento, asimismo, detectó sobreprecios en numerosas obras vinculadas al sector energético.

Los acuerdos relacionados con las telecomunicaciones tampoco presentaron avances. Generaron, por el contrario a lo esperado en nexos económicos de semejante talla, preocupación sobre sus alcances en cuanto a censura oficial. 

Los resultados de las relaciones, en una fotografía integral, no fueron positivos ni para Venezuela, por la escasa rentabilidad del dinero prestado, ni para China, por la mora del país suramericano al colapsar su industria petrolera desde 2015.

Se calcula que US$19.600 millones en proyectos no lograron su cometido.

Los vínculos entre Beijing y Caracas se fueron enfriando a medida que la crisis política y económica de Venezuela se complicó a niveles alarmantes. 

Disputas judiciales sobre sociedades específicas y hasta los embargos de tanques petroleros de Venezuela han sacado a flote las tensiones de lo que, durante al menos 15 años, fue una sociedad robusta y sin precedentes de China con país latinoamericano alguno. 

(continúa en la segunda entrega)

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