Venezuela, un país de 30 millones de habitantes, alejado casi 14.000 kilómetros de su benefactor asiático, recibió más recursos chinos que ninguna otra nación en el mundo entre 2000 y 2014. Sus potencialidades energéticas, centradas en la hasta entonces millonaria producción de petróleo, así como las pretensiones nacionalistas de un nuevo modelo político venezolano, congruentes con los cambios operados desde el Partido Comunista chino en su estrategia de negocios, fueron la bisagra de los nexos entre ambas naciones. La opacidad marcó la firma de casi 500 acuerdos. Esta es la primera de dos entregas de una amplia investigación periodística sobre la estrategia de préstamos y negocios pactados por los gobiernos de Hugo Chávez, entre 1999 y 2013, y Nicolás Maduro, esencialmente hasta 2016, cuando la relación se enfrió por falta de pagos y la escasa eficacia de los proyectos acordados con empresas de China en el país.